BAQUIANA – Año XVII / Nº 99 – 100 / Julio – Diciembre 2016 (Narrativa I)

EL HUÉSPED

 

por

 

Asley Leyva Mármol

 


La policía encontró el cadáver a horcajadas sobre el asiento. Una copa con vino y otra con agua yacían a un lado del cuerpo. El fuerte olor a plantas hieráticas quemadas hace la atmósfera irrespirable. Se trata de un suicidio. En el suelo, tres páginas de agenda que pertenecían al diario de un funcionario alemán de apellido Rúdiger encontrado muerto en la habitación de su hotel durante la mañana de ese mismo día. El nombre del suicida era Isaak.

 

—Es un honor para nuestro hotel tener un huésped tan distinguido como usted, señor Rúdiger.

—Necesito mucha tranquilidad, señor gerente.

—La tendrá usted. No se preocupe. Para mayor comodidad suya, enviaré a Isaak por sus maletas.

—Muchas gracias.

—¿Le subo las maletas, señor?

—No tienes que hablarme en inglés, domino perfectamente el español.

—Disculpe… ¿Le subo las maletas?

—Sí, y mucho cuidado con ellas. No te alcanzarán las canas para pagar si rompes algo.

El empleado se apresura con los pesados bultos ayudado por un escuálido muchacho.

—¿Habitación señor?

—Trescientos veinticinco.

—Es en el próximo pasillo.

—¡Será en el próximo infierno pues a este paso nos agarra el Apocalipsis!

—Hacemos nuestro mayor esfuerzo, señor.

—Pudieras hablar menos y darle más a las piernas.

—Como usted diga.

El paso del extranjero resonaba en el angosto corredor.

—Habitación trescientos veinticinco, señor.

—¡Habré de verte otra vez el rostro, habré otra vez!

Les cerró la puerta en la nariz. El anciano frota sus mejillas para sosegar la humillación. Emprendieron el camino hacia las escaleras con sibilante andar. El muchacho interrogó:

—¿Qué le pasa a ese hombre, Isaak?

—No sé Freddy, parece que estaba molesto.

—¡Qué grande es!

—Sí —murmuró pensativo—, muy alto.

 

—¡Cómo! ¿Que no se hace hoy la transacción… Qué…Qué? Hable más alto por favor… ¿Hasta la próxima semana? Claro que no puedo esperar todo ese tiempo…¿Qué?… Repita… Está bien; pero esto les costará, ¡les costará!

Con un gran golpe del auricular concluyó la conversación. Algunos huéspedes observaron al corpulento extraño con asombro. Isaak lavaba el piso del recibidor.

—¿Ustedes qué miran gentuza?

Isaak escucha la última expresión. Su mirada gris se clavó en el rostro del agresor. Este se le acerca:

—Otra vez tu cara arrugada, estoy harto de ti, ¡harto!

Atravesó a grandes trancos el recibidor hacia la calle. El silencioso empleado resignadamente comienza a frotar las huellas enormes de los zapatos del hombre con una extraña intensidad.

 

Durante la tarde siguiente el huésped escribía sobre un cuaderno de cubierta empastada en el bar de la planta baja. Lleva los dos primeros botones de la camisa desabrochados para mitigar el sopor vespertino.

—Eh, tú, viejo, acércate —se dirigió a Isaak.

—Usted dirá, señor.

—Ve hasta la calle de enfrente y tráeme la prensa.

—pero señor, mis obligaciones…

—¡Acaso te pagan para protestar! Andando, haz lo que te pido.

El anciano, temblando, toma el billete y marcha. En minutos estuvo de vuelta.

—Tenga usted —le extiende dos periódicos nerviosamente. Sus labios palidecieron. El huésped rió.

—¿Qué pasa, intentaron asaltarte?

—No, no, no… señor —palideció completamente.

—Pues pareces haber recibido un susto de muerte.

La libreta que descansaba en los muslos del sujeto cayó. Isaak la recoge torpemente.

—Aquí tiene, señor.

—Muy bien.

Esta vez, la mirada gris del viejo fue muy profunda.

 

Tan pronto Isaak arribó al hotel supo de la terrible noticia. El huésped alemán golpeó al niño que le asistía en el trabajo. Este le llevaba una caja de tabacos al hombre que, al parecer, incomodado por alguna torpeza, lo abofeteó hasta lanzarlo al suelo. Al caer comenzó a sangrar y perdió el conocimiento.

—¿Dónde está el muchacho ahora? —interroga Isaak.

—En el hospital.

El rostro del anciano enrigidece. Durante varios minutos permanece inconmovible. Sus dedos tiemblan; la respiración se hace irregular. Avanzó unos pasos hacia la carpeta. Busca con la vista el compartimiento de la habitación trescientos veinticinco. Observa un sobre sellado. Pide al empleado que se lo alcance.

 

—Señor Rúdiger, su correspondencia.

El alemán abre la puerta. La camisa desabotonada por completo. Sudaba.

—Tenga —dijo el anciano adentrándose en el cuarto. Los ojos se volvieron punzantes.

—¿Qué miras? —agredió.

El viejo no responde. En el suelo resaltaba una mancha oscura junto al librero. Isaak se percató de ello.

—Se lo merecía. Al igual que cualquiera de ustedes. No son más que una sarta de alimañas.

—¡Usted no tenía derecho, ningún derecho a maltratado!

—¡Quién eres tú para reprocharme! ¡Sal, sal de aquí! —gritó empujando fuertemente al anciano.

—¡Sal, sal de aquí pequeña rata; sal!

La espalda del empleado golpeó con estrépito la pared. La mirada del extranjero centelleaba.

—No debió nunca golpearlo. ¿Entiende usted?

—Acaso pretendes enfrentarme. Yo te voy a…

Se lanzó contra Isaak nuevamente. Sus manazas sacuden el torso del anciano; este cae al suelo derribando una pequeña mesa. El hombre vuelve a asirlo, esta vez por la camisa. A tientas, el agredido alcanza una pequeña estatua de bronce de encima de la cómoda.

—¡Inmunda alimaña, yo te enseñaré a juzgar!

El empleado, con toda la fuerza de su alma lo golpea por la sien derecha. El gigante se despatarró sin sentido.

Isaak observaba el cuerpo boca abajo en el suelo. Esbozó una extraña sonrisa. Coloca el arma empleada en su lugar de origen. Se detuvo a detallar la habitación: una carpeta encima de la cama, papeles regados por el suelo. Sobre la mesa de noche, un cuaderno con la cubierta de cuero que permanecía abierto. Lo sostiene en sus manos. Hojea. Estuvo unos minutos leyendo. Palidece notoriamente. Comienza a temblar. El rostro se ensombrece. Levanta la vista. Arranca tres pliegos y huye.

 

Los criminalistas no entendían la razón de aquel suicidio ni observaban relación alguna entre ambas muertes. El líquido de los vasos fue analizado. Grandes cantidades de fármacos se hallaron disueltas en el vino. La víctima no logró alcanzar el agua. La acción del veneno fue muy rápida. Siete velas consumidas rodeaban la silla del occiso y tres cintas blancas atadas a sus muñecas pendían escabrosamente.

Días después del suceso, en un periódico local, aparecen traducidos algunos fragmentos de las páginas encontradas en la habitación de Isaak que pertenecían al diario del extranjero. Su obscuro contenido complicó aún más el trabajo policial:

 

JUEVES 25

 

Me parece que nunca me sobrepondré

a este mal. Los estertores me acosan

constantemente. Las drogas indicadas

son insufribles. Cada día me acerco

más a la locura.

 

VIERNES 26

 

No me soporto en este estado

Me aborrezco. Nadie me soporta

Soy un asco.

La mirada indescifrable de ese anciano,

a quien no paro de humillar me penetra

lacerándome

Su integridad me demuestra cuán alejado

estoy de mí mismo. No paro de sufrir

¡Dios, cuando terminará todo!

 

SÁBADO 27

 

ahora sí habré de acabar

he llegado al colmo

he traspasado el límite de Ia vileza

estoy enloqueciendo al vapulear a ese niño

no aguanto más este dolor y esas

drogas

no conozco ya nada de mí mismo

no poseo control sobre mi naturaleza

cuál será cual será mi próximo

arranque de locura cuándo habré de _________**

 

**Grafías ininteligibles. N. del E. de la publicación.

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ASLEY LEYVA MÁRMOL

Nació en La Habana, Cuba (1977). Poeta, novelista y ensayista. Cursó estudios superiores de Lengua Española y Literatura en la Universidad Pedagógica de La Habana Enrique José Varona. Desde 1996 trabajó como subdirector de la revista literaria Jácara editada por el Grupo de Escritores homónimo. Publicó, en ese mismo, año el cuaderno de poesía El Cuerpo Vivo (Ediciones Jácara). Trabajos suyos aparecieron en diversas revistas y periódicos cubanos como Jácara, El Caimán Barbudo, Vitral, DeLiras y Unión. Impartió conferencias en las aulas de la Universidad Pedagógica como alumno ayudante de Literatura Latinoamericana y Cubana. Su Libro inédito Por el oscuro sendero, fue finalista del premio nacional cubano “Pinos Nuevos” en la convocatoria para 1999. Fue incluido en la antología de poetas cubanos titulada Cuerpo sobre cuerpo (Letras Cubanas, 2000). En Holanda, donde vivió desde finales de noviembre de 1999 hasta mayo del 2001, participó, como colaborador acreditado de la revista cultural bilingüe Amsterdam Sur, donde aparecieron en la edición de otoño del 2000, sus primeros poemas traducidos al holandés. Publicó también en holandés en la revista cultural La Chispa y en otras publicaciones. Durante su estancia en ese país impartió, conferencias sobre literatura cubana en la facultad de Literatura y Cultura Latinoamericanas de la Universidad de Leiden, en la Institución Cultural La Tertulia, en Amsterdam, en el Círculo Cervantes, de la ciudad de Maastrich y en la Asociación Hispánica de La Haya. Trabajó como Jefe de Redacción del portal de noticias digitales cubanueva.com. En la actualidad reside en los Estados Unidos. Ha colaborado con las revistas: Baquiana, Ideal y La Nueva Cuba (Miami) y Encuentro (España); y con los periódicos: The Political Reporter (New Jersey), La Palma (West Palm Beach), El Latino Semanal (West Palm Beach) y el proyecto de prensa CUBAinfolinks (California), entre otros. Ha sido incluido en diversas antologías electrónicas de escritores latinoamericanos. En el 2009 publicó la novela Magister Dixit (Editorial Sigla). Trabaja en estos momentos en su segunda novela.

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