SIMETRÍA HERÁLDICA
por
Martha García
Gisela Flores vestía un traje elegante de dos piezas, falda por debajo de la rodilla, chaqueta color azul marino y una camisa blanca de mangas largas. Sus zapatos de charol negro y su cartera de diseñador hacían perfecto juego con el maletín de piel. Lucía un corte de cabello pulido y su maquillaje era discreto, resaltaban sus hermosos ojos grandes de color miel oscuro y sus labios finos con cuya sonrisa se iluminaba su rostro. Su apariencia era impecable y su actitud denotaba confianza en sí misma. Era su primera entrevista de trabajo a nivel profesional. Se había graduado con honores y obtenido el título universitario hacía solamente un par de meses.
–Buenos días, Señor Corona, mucho gusto en conocerlo –dijo Gisela al entrar en la oficina.
–Buenos días, Señora Flores –respondió el jefe de redacción de la empresa en cuestión.
–He leído sus credenciales y me ha impresionado su capacidad analítica y habilidades de escritura. ¿Cuáles son sus aspiraciones en este giro y por qué decidió solicitar este tipo de empleo?
–Mis objetivos son muy simples –afirmó Gisela. –Verá usted, mi intención es poner mi conocimiento y preparación profesional al servicio de este organismo empresarial con la intención de integrarme al equipo de trabajo como un miembro más, encaminándonos juntos hacia una meta común. Sé que esto conllevaría grandes responsabilidades y una ardua tarea de mi parte, pero estoy dispuesta a contribuir con mi grano de arena a la visión futurista que tiene esta empresa.
–Pues muy bien –contestó Sergio Corona. A finales de esta semana se reunirá la Junta Directiva y nos comunicaremos con el candidato elegido para esta posición.
Sergio Corona se despidió respetuosamente y Gisela salió del despacho con una sensación de alivio; la entrevista había concluido.
Tres semanas después Gisela se encontraba instalada en su nueva oficina. En su escritorio tenía la foto familiar donde figuraban su esposo, Pablo, y sus dos hijos, Rodrigo y Miguel. En la pared de enfrente tenía un escudo de armas que databa del siglo diecisiete, regalo de su abuela materna quien lo había comprado en una subasta en las afueras de la ciudad cuando Gisela era aún una niña. Al contemplarlo, Gisela recordaba con nostalgia la tarde de primavera en que ambas salieron juntas a buscar enseres electrodomésticos para el hogar y decidieron curiosear un poco en la subasta urbana que se venía anunciando en la televisión hacía algunos días. Pensaban comprar una nevera nueva o una tostadora más funcional cuando de repente el escudo de armas captó la atención de ambas. Sin darse cuenta y sin proponérselo comenzaron a levantar su mano cada vez que alguien ofrecía una cantidad mayor a la que ellas se habían fijado para tal fin. Gisela no recordaba muy bien cuánto pagaron por el escudo de armas, lo que no ha podido olvidar es la imagen de ambas mujeres cargando juntas el emblema que—según les habían dicho–había sido propiedad de algún importante hidalgo o de alguna familia de gran estirpe y ahora, la abuela y ella, lo llevaban a su hogar. No podía borrar de su memoria la mirada de asombro de su madre que salió a recibirlas esperando las buenas noticias de una nevera nueva o una tostadora que realmente tostara el pan. Lo que encontró fue un viejo escudo de armas, un tanto empañado por el tiempo, pero en perfectas condiciones. Sobrepasado el disgusto de la madre, las tres mujeres–representantes de tres generaciones distintas–ayudaron juntas a colocar el preciado emblema en el centro de la sala. La abuela lo limpió, la madre lo alineó a manera que hiciera juego con el resto de los cuadros y las decoraciones que lo circundaban, y la hija lo contempló por horas tratando de descifrar su significado, su misterio, su simetría. Ahora Gisela siendo una mujer adulta y comenzando su carrera profesional atesoraba el escudo de armas que yacía colgado en su oficina de redacción editorial, compañero y testigo fiel de su labor diaria. Le gustaba ver cómo se yuxtaponían en perfecta armonía ambos elementos heráldicos: la plenitud y la simetría.
Hasta ese momento las instrucciones en su nuevo trabajo habían sido claras en cuanto a las funciones respectivas del puesto en sí. Ese día tendría su primera reunión ejecutiva con el resto de la sección de redacción y conocería a sus colegas. Se alistó con un cuaderno de notas, un bolígrafo y un lápiz con borrador. Esperó a que el reloj marcara las 2:55 pasado meridiano. Se dirigió a la sala de conferencias. Sergio Corona la presentó como la nueva asistente de redacción editorial y todos los allí reunidos la trataron con gran amabilidad.
–Gisela, usted se encargará de tomar los apuntes y luego nos enviará las minutas a todos
–señaló Sergio al comienzo de la reunión.
Gisela lo hizo así.
Esa misma tarde mientras Gisela se encargaba de corregir los artículos y columnas semanales asignados a su cargo y hacerlo dentro del plazo establecido, Sergio se acercó a su oficina y la invitó a una taza de café.
–Me encantaría –dijo Gisela con gran entusiasmo.
–¡Magnífico! –respondió Sergio. –Puede traerlo a mi oficina; lo tomo con azúcar y crema.
–Yo lo tomo sólo con crema –dijo ella– pero Sergio ya se había ido hacia su despacho.
Gisela preparó ambas tazas de acuerdo con las preferencias de cada uno y se reunió con Sergio Corona. Durante la conversación, Sergio la elogió efusivamente por sus múltiples cualidades y aptitudes. Gisela contestaba con monosílabos.
–Ha sido un placer platicar con usted, –concluyó Sergio.
–El placer ha sido mío –correspondió Gisela quien estaba por retirarse cuando oyó decir…
–Oh…no olvide las tazas de café, hay que lavarlas.
Gisela así lo hizo.
–Señor Corona –inquirió Gisela al entrar al despacho de Sergio, –estoy haciendo los preparativos del equipo de redacción editorial para el viaje del próximo mes y su nombre no figura en la lista ¿ha sido un error?
–No –respondió Sergio con cortesía –yo no podré asistir, tengo un compromiso de familia ineludible, por eso la estoy mandando a usted en mi lugar.
–Pero Señor Corona, mi nombre no aparece en la lista.
–Sí lo sé—interrumpió Sergio—como usted va en mi lugar habría que actualizar los nombres y añadir el suyo. Estoy seguro de que usted aprenderá muchísimo de esta experiencia. No olvide escribir el reporte final con lujo de detalles y enviarle una copia al gerente general en la capital al final de este trimestre del año en curso.
Gisela lo hizo así.
Tres horas después…
Sonó el móvil de Pablo, por el sonido del teléfono con música clásica sabía que era su esposa.
–Mi amor, ¿podrías hacerte cargo de los niños por una semana?, tengo que viajar a Europa por asuntos de trabajo –dijo Gisela al otro lado de la línea.
–Por supuesto –contestó Pablo. –No te preocupes, tengo una semana de vacaciones en el trabajo que no he usado todavía y me encantaría compartir tiempo con los niños. Te echaremos de menos y en cuanto regreses a casa haremos algo todos juntos. ¿A qué hora vienes hoy?
–No lo sé cariño, –respondió ella– tengo miles de cosas que terminar aquí en la oficina.
–Mi vida, –dijo Pablo– creo que estás trabajando demasiado. ¿Quieres que te vaya preparando las maletas?
–¿No te importaría hacerlo? –preguntó Gisela.
Conocía a su marido desde la escuela secundaria y sabía la respuesta de antemano.
–Claro que sí –dijo él– acabo de llegar a casa y los chicos no regresan de la escuela hasta más tarde. De paso ordenaré algo de comer porque no creo que te sientas con deseo de cocinar hoy ¿verdad?
–Te veo en un rato mi amor –se despidió Gisela.
Gisela guardó el teléfono móvil en su cartera de color marrón y se dispuso a corregir algunos de los documentos que tenía guardados en su ordenador portátil. Era la hora de almuerzo y como siempre utilizaba ese tiempo para adelantar algún trabajo que tuviera pendiente o que fuera de carácter de urgencia. Mientras saboreaba el emparedado –que ella misma se había preparado esa mañana– y bebía un té frío pensaba en cómo su vida difería de la de su abuela y la de su madre…Se encontraba sumergida en estos pensamientos cuando de repente recordó que debía comprar un par de camisetas deportivas para sus dos hijos. El sábado tendrían un partido de baloncesto que definiría la inclusión de los ganadores en la liga nacional de menores y los dos chicos pertenecían al equipo invicto. Por lo tanto, dejó lo que estaba haciendo y se encaminó al centro comercial que se encontraba de camino al edificio donde trabajaba. Compró dos camisetas, una de una talla un poco mayor que la otra, y dos números de tela adhesiva, 5 y 7. Los colocó en el mostrador donde la dependienta los envolvió con mucho esmero. Gisela exclamó con una gran sonrisa en sus labios:
–Son para mis hijos.
La dependienta le sonrió también con las siguientes palabras:
–Sí, lo imaginé, yo tengo tres.
Gisela regresó a la oficina.
Tres meses después durante una conversación telefónica…
–Señor Corona el proyecto empresarial que salió al mercado nacional el mes pasado ha sido todo un éxito, lo felicito por tan notable producción.
–Gracias Señor Mercado, ha sido el resultado de muchos meses de esfuerzos, sacrificios y el indispensable trabajo de mi equipo, pero lo hemos logrado.
–Sólo una pequeña observación –prosiguió diciendo Javier Mercado– una de las cifras numéricas no concuerda con el presupuesto inicial, ¿podría aclararlo, por favor?
–Por supuesto –estipuló Sergio– voy a revisarlo y le enviaré la corrección inmediatamente.
Sergio salió al pasillo y se dirigió hacia el otro extremo del corredor donde se encontraba ubicada la oficina de la asistente de redacción.
–Gisela –inquirió con voz tenue– ¿podría venir a mi despacho un momento?
Estando ambos en el despacho, Sergio Corona rompió el insostenible silencio:
–He hablado con el Señor Javier Mercado y me ha informado sobre una discrepancia en una de las cifras del presupuesto. –¿Podría darme una explicación al respecto?
–Sí, por supuesto Señor Corona –respondió con aplomo Gisela. La diferencia se encuentra en la administración de bienes e ingresos en que todos hemos colaborado en equipo con la finalidad de reducir egresos insustanciales en la empresa.
–¡Magnífico! –contestó Sergio. –¿Podría incluir ese detalle en el informe final y reenviarlo a la gerencia en la capital? Ah, y recuerde una cosita más, ¿podría traerme una taza de café con azúcar y crema?, y de paso se sirve una para usted también ¿qué le parece?
–Sí, –respondió Gisela, –yo tomo el café con crema solamente.
Sergio no oyó esa última parte.
–Y por favor envíe ese reporte lo antes posible –finalizó diciendo Sergio.
Gisela así lo hizo.
Tres años después durante una reunión empresarial en el despacho…
–¿Podría, por favor, traerme el informe del proyecto internacional que hemos preparado esta mañana?, –preguntó Gisela.
–Sí, respondió el interlocutor, lo tengo listo, tal como usted lo sugirió, se encuentra dividido por secciones y con las actividades correspondientes a cada uno de los respectivos participantes incluyendo los nombres de cada uno al final de cada apartado. La verdad es que tanto yo como el equipo de redacción agradecemos que nos haya acompañado en esta travesía.
–Por favor, –dijo Gisela –no hay nada que agradecer, sólo cumplí con mi obligación y me alegro de que sigamos trabajando juntos hacia la meta prevista.
–Por cierto, –comentó el interlocutor, –voy a prepararme una taza de café, a mí me gusta con azúcar y crema. –¿Quiere que le prepare una a usted? –¿Con qué toma usted el café?
Gisela posó la vista en el escudo de armas y reflexionó en el significado de esta pieza de arte y humanidad. Por primera vez comprendía el misterio que la insignia encerraba y por un instante se dejó llevar por un pensamiento que se apoderó de ella. Sin proponérselo había comprendido a cabalidad el enigma que conlleva la simetría y plenitud heráldica. De pronto se dio cuenta de que no había contestado la pregunta que le habían formulado.
–Con crema solamente, –respondió Gisela, y le sonrió a su interlocutor con sincero agradecimiento.
Sergio así lo hizo…
Gnosis de ayer
letras, imagen, ciencias
escudo de hoy.
_________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
MARTHA GARCÍA
Nació en La Habana, Cuba (1965). Conferencista, ensayista y profesora. Ha residido desde temprana edad en España y Honduras, así como en los Estados Unidos desde 1989. Realizó estudios superiores en Ciencias y Letras. Se graduó con una Licenciatura en Español en 1997 y obtuvo su Maestría en Literatura Española con especialidad en Literatura Medieval en la Universidad Central de la Florida en Orlando, EE.UU. (2000). Posteriormente, se doctoró en Literatura Hispánica del Siglo de Oro de la temprana edad moderna en la Universidad de Vanderbilt en Nashville, Tennessee, EE.UU. (2005). En la actualidad es catedrática de la Universidad Central de la Florida, donde desempeña su función docente desde el año 2005. Su trabajo de investigación se concentra en la literatura y cultura del medioevo, de la temprana edad moderna y del período de la Ilustración en España; el diálogo dentro del texto; los aspectos teológicos de la narrativa y del teatro; la aplicación interdisciplinaria de la investigación; y la teoría literaria aplicada. Es autora de una trilogía de libros académicos publicados en España. Es editora de la versión escolástica de una de las obras maestras del teatro del Siglo de Oro y coeditora de una obra ensayística colectiva, ambas obras publicadas en los Estados Unidos. Entre sus numerosas publicaciones se encuentran libros académicos, ensayos y artículos, capítulos de libros, reseñas, entrevistas y entradas de enciclopedia. Ha presentado su trabajo académico a nivel regional, nacional e internacional. Ha recibido premios y reconocimientos de docencia e investigación. Es miembro activo del Consejo de Redacción de la Revista Literaria Baquiana.
_________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________