BAQUIANA – Año XXVI / Nº 135 – 136 / Julio – Diciembre 2025 (Poesía IV)

FOTO SECCIÓN POETICA

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MANUEL ADRIÁN LÓPEZ 

Nació en Morón, Cuba (1969). Poeta y narrador. Su obra ha sido publicada en varias revistas literarias y antologías de España, Estados Unidos, México y Latinoamérica. Tiene publicado los libros: Yo, el arquero aquel (Editorial Velámenes, 2011); Room at the Top (Eriginal Books, 2013); Los poetas nunca pecan demasiado (Editorial Betania, 2013. Medalla de Oro en los premios Florida Book Awards 2013); El barro se subleva (Ediciones Baquiana, 2014);  Temporada para suicidios (Eriginal Books, 2015); Muestrario de un vidente (Proyecto Editorial La Chifurnia, 2016); Fragmentos de un deceso/El revés en el espejo, libro en conjunto con el poeta ecuatoriano David Sánchez Santillán, para la colección Dos Alas (El Ángel Editor, 2017); El arte de perder/The Art of Losing (Eriginal Books, 2017); El hombre incompleto (Dos Orillas, 2017); Los días de Ellwood (Nueva York Poetry Press, 2018/2020); Un juego que nadie ve (Editorial Deslindes, 2019); El abismo en los dedos (Eriginal Books, 2020); Last Days of a House (La Maison Publishing, 2021); y Del susurro al rugido. Antología personal (Nueva York Poetry Press, 2022).
Su poesía aparece en las antologías: La luna en verso (Ediciones El Torno Gráfico, 2013); Todo Parecía. Poesía cubana contemporánea de temas Gays y lésbicos (Ediciones La Mirada, 2015); Voces de América Latina Volumen II (Media Isla Ediciones, 2016); NO RESIGNACIÓN. Poetas del mundo por la no violencia contra la mujer (Ayuntamiento de Salamanca, 2016); Antología Paralelo Cero 2017 (El Ángel Editor); Escritores Salvajes (Hypermedia, 2019); y Viento del norte: Antología de poetas hispanos en Nueva York (Pigmalion, 2021).

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HABLAN DE LA MUERTE

 

Hablan de la muerte
se lee en periódicos digitales.
Periódicos que no te manchan la yema
como lo hacía Juventud Rebelde
con tus nalgas.
Asesinatos
cremaciones y sus costos
inundaciones
la venganza de los illuminati
erradicar ciudades de acuerdo con la Biblia.
Una poeta fallece convencida de ser invencible.
Sor Juana y los yorubas
se lo habían dicho al oído.
La muerte ronda por Ellwood
juega a la suiza con tu motor defectuoso.
Exámenes.
La judía no logra dar con la vena
te pregunta si has venido solo
si alguien espera
en el incómodo cuarto de la penitencia.
La negra dulce te afeita la ingle
mientras conversa sobre un reembolso
un giro postal de dos cientos dólares
para pagar la corriente.
La armenia te advierte de lo que se aproxima:
preguntar al doctor de corbata rosada Hugo Boss
si debes enviar la gata a casa de un pariente.
Reposo.

Un período de recuperación prolongado
reconstruir lo que llevas años destruyendo.
Ilusión.
Ha venido a salvarte un primo de Evita.
Trae antídoto para tu tristeza
en el agua de los ñoquis.
Sigues enfrascado con la muerte
la revuelves seguido.
Ensalada de yerbas frescas.
Almidón
banda sonora fúnebre
Ponte la ropa nueva antes de que pase.
Anota lo que desees para cuando te llegue:
¿A quién le dejarás los libros?
Ordena tus cosas.
¿Quién se encargará de ponerte a dormir?
Elimina la evidencia de este último año.
¿A cuál le encargarás las fechas de la poeta fallecida?
Camina por el parque como si fuera la última vez.

El tema ha dejado de ser sombra
se extiende como la hiedra
ya no tiene que recaer en suicidio
ahora puedes irte por todo lo alto
en un hospital neoyorkino
con nombre de santo
y costeado por el poder.

 


 LO QUE NO ME PERMITO

 

El televisor lo regalé un 28 de febrero.

Evito seguir las noticias.

Aquí dentro se oyen los gritos de la Lupe

al igual que el feeling de la Burke.

En esta cueva no se permite diferenciar

por religión

afiliación política

sexo o color.

 

Sin embargo

cuando escucho a Rene Ariza

cuando le oigo decir que le faltan pedazos

cuando me entero de que fue condenando

por lo que escribía

me convierto en pólvora.

Exploto por cada rincón.

Cegado

pido una castración para los verdugos.

Me hinco de rodillas

y le exijo a Santa Bárbara

un rayo sobre sus cabezas

un huracán para sus palacios

un final a la penitencia.

 

Quiero convertirme en dinamita frente a sus rostros.

Estoy dispuesto a hundirme con la isla.

 

 

SE HAN BORRADO SUS ROSTROS

 

Se han borrado sus rostros

mi espalda
única ofrenda para la despedida
ha dejado de necesitarlos.
Esquinas difusas
donde comulgamos.
Cafés entre dos
transformados en nieve
sobre la mesa.
Ventisca
arrastrando el abecedario
de las confidencias.
Flechas envenenadas
aproximándose.
No asesiné a sus perros en poemas.
No arrastré mi lengua condenándolos.
No he guisado sus tortugas en relatos.
Los veo pasar y no los veo.
He dejado de ser parte de sus momentos.
Ha concluido el luto por sus partidas.
Sordo soy ante sus perretas.

 

 

A VECES

 

“En un jardín no se está solo.”
Marguerite Duras

Uno debe escapar

hacer un alto

recuperar la respiración

observarse en los rostros de extraños.

A veces es mejor comer un pan duro

en otra ciudad.

Morderse el labio

sangrar frente a un desconocido héroe

de mármol o bronce.

Insisto.

Ser anónimo en tus alrededores.

Sonreírle al taxista

cuando te pregunta si tienes hijos y mujer.

Esconder el libro de Pessoa

debajo del brazo mal oliente y sudado.

No dar indicio alguno de tu misión.

 

A veces

y sólo a veces

es preferible aparentar

no estar solo en el jardín.

 

 

ESTAS PAREDES HAN PERDIDO LA MEMORIA
Desprovistas existen
sin collares y pendientes
de falso oro.
Sin espíritus exigiendo premios
por logros concebidos.

Estas paredes han dejado de gotear
rancios pesares.
No sudan en la madrugada.
No se orinan en la entrada.
Los platos rotos
se los lleva el encargado
por una mísera propina.

Estas paredes oyen y ven
lo expuesto en la tribuna.
Se ríen de la pajarita azul
del «For Sale» en Wall-Mart
¿o acaso fue en El Corte Inglés?
La foto de la vitrina
anunciando la más reciente
edición publicada en la Yuma.

Estas paredes han aprendido
a permanecer en silencio.
Los excesos se han fugado
al espinoso bosque de la indiferencia.

Estas paredes han sobrevivido.
Visten un par de luces
aceitunados guantes de cuero
remendadas arterias
cicatrices zigzagueantes
y un tapiz florecido.

 

 

SOMBRA Y LUZ

Intercambiamos posiciones:

Te posas en la punta del escritorio
revoleteas sobre la taza de café
cantas alguna canción/poema de Paco Ibáñez.

Sabes del momento preciso:
el rescate
el mismo que delego a un hombre inexistente.
Eres tú la que apareces
y me alcanzas
y me obligas a recordar que nadie tiene las llaves.
Logras que entre en razón
y recuerde que tengo una gata
siempre a mi espera.

Sin embargo
he dejado de tomarte de las manos
pretendo que las tuyas
son las mías.
Envuelvo mi cabeza
con tu pañuelo negro y plateado
leo tus poemas
intento apropiármelos.

Sí me siento en un banco del parque
sí voy en el tren
sí tropiezo con un hombre canoso
sí muerdo un pastel de hojaldre en el deli ruso
sí me detengo en la puerta de Elise Cowen

sí me pierdo en mí misma calle
sí me enamoro a diario
sí el Hudson me embelesa
sí voy en busca del tatuador en Harlem:
eres tú
niña de Cabañas.

Somos luz y sombra
batallando con el presente
intentando aliviarnos
del pasado.

 

(Todos los poemas pertenecen al libro inédito, “Un viaje diario al sótano”)