BAQUIANA – Año XXVI / Nº 133 – 134 / Enero – Junio 2025 (TEATRO)

PARA SUBIR AL CIELO 

 

de

 

Carmen Duarte


PERSONAJES:

ARMINDA

RODOLFO

MANUEL

GENARO

PALOMA (Abuela de Arminda.)

 

Arminda, Rodolfo, Genaro y Manuel llegan a un espacio desierto.

 

ARMINDA: Aquí.

 

Estudian el lugar.

 

RODOLFO: Esta Arminda se le escapó al diablo.

ARMINDA: Esta será una obra monumental, grandiosa. Una obra de arte.

RODOLFO: Esta arquitecta se le escapó al diablo.

ARMINDA: Después de verla terminada podré morirme tranquila y tú también, Rodolfo. Soy como la madre y tú como el padre: el jefe de obra y la arquitecta.

RODOLFO: Diez años trabajando juntos. Pero ahora sí que te le escapaste al diablo.

GENARO: ¿Qué es lo que vamos a hacer?

MANUEL: Al grano.

RODOLFO: Esta es una tarea especial. Ustedes son los mejores constructores de su brigada y serán los únicos que trabajarán aquí, porque no podemos desviar más obreros para acá. Han sido escogidos para asumir la única obra de lujo que puede hacer el país.

ARMINDA: Un lujo que sobrecogerá al mundo.

RODOLFO: Ustedes quedarán en la historia de la construcción.

GENARO: Pero ¿Qué cosa es?

ARMINDA: Primero queremos saber si ustedes están dispuestos a cualquier sacrificio, es una obra para ser construida por héroes.

MANUEL: ¿Qué sacrificio?

RODOLFO: Trabajo y más trabajo.

MANUEL: Ya está bueno. O nos dicen qué construiremos, o nos vamos.

ARMINDA: No se enojen, es que queremos tener la seguridad de que ustedes… no traicionarán.

MANUEL: Mire arquitecta, yo no le debo nada a nadie, tengo hasta un balazo en esta pierna que me dieron en la guerra de Angola. Si nos escogieron pónganos a trabajar y dejen de probarnos tanto.

GENARO: Sí, hombre, yo sí que recojo mis cosas y me voy a la finquita con el viejo, por lo menos allí puedo comer mejor… es que no sé por qué no me he ido ya.

ARMISA: Está bien. Vamos a construir una escalera.

MANUEL: Sí…

ARMINDA: Una escalera.

GENARO: ¿Y qué más?

ARMINDA: Una escalera.

MANUEL: Nos vamos Genaro. Aquí no tienen confianza en nosotros.

GENARO: Ni que fuéramos niños.

ARMINDA: Estoy hablando sin engaños, es una escalera sola, símbolo de la voluntad humana, del poder de los trabajadores.

 

Manuel y Genaro se burlan de Arminda.

 

RODOLFO: ¿De qué se ríen ustedes?

MANUEL: Tanto problema por una escalera.

GENARO: ¿Y para qué sirve una escalera sola?

RODOLFO: No le hagas caso Arminda, no tienen ninguna cultura, no entienden nada.

MANUEL: Esto no tiene pies ni cabeza.

ARMINDA: Tiene más de lo que te imaginas.

MANUEL:  No hace falta cultura para darse cuenta de que esa escalera es un disparate.

GENARO: No, si yo lo digo, cualquier día de estos me voy para la finquita.

ARMINDA: Pero esta es una escalera especial, una escalera de piedra, inmensa, todo el mundo se sentirá sobrecogido, disminuido, ante sus proporciones. Y servirá para que entrenen los deportistas ¿se imaginan? Subiendo y bajando, corriendo por una escalera infinita, no existirán en el mundo piernas más fuertes que la de nuestros atletas ¿Y los artistas? Desde Las alturas podrán observar los paisajes desde una perspectiva única, serán geniales nuestros artistas. Y los científicos harán los tratados más complejos sobre el vuelo de los pájaros, sobre los cambios de presión atmosférica y las temperaturas… podrán aplicar todos estos conocimientos a la industria, a la agricultura. Tendremos los mejores científicos. Los filósofos podrán ver todo en conjunto, el cielo, la tierra y los hombres. Fundaremos una filosofía nuestra. Todo el mundo comprenderá que la verdad está en nosotros. (Transición) Creo que la escalera está lo suficientemente justificada.

RODOLFO: La escalera será el centro del país y querrán verla todos los turistas, los diplomáticos, los gobernantes que nos visiten. Nos entrarán muchos dólares.

MANUEL: Es como si la escalera flotara.

GENARO: Sí, sobre tanta palabrería.

MANUEL: Flotara.

ARMINDA: De ustedes depende que no flote ¿no les gusta la idea de construir una escalera así?

MANUEL: ¿Para qué quiere mi opinión si usted es la jefa?

GENARO: Y nosotros los obreros.

ARMINDA: Así no.

RODOLFO: Esto tiene que ser con ánimo.

ARMINDA: Con fe.

MANUEL: Está bien, tenemos fe y ánimo.

GENARO: ¿Por dónde empezamos?

RODOLFO: Abriendo huecos.

 

Rodolfo y Arminda hacen un aparte.

 

MANUEL: Espero que no sean nuestras tumbas.

GENARO: ¡Ave de mal agüero! Qué tumba ni tumba. Son los huecos para la… ¿Oye y no sería mejor una piscina? Aquí hace tanto calor. No, claro, la falta de agua… las piscinas no… Huecos para abajo para construir una escalera para arriba. ¡Por la escalera iremos derechito al cielo!

MANUEL: Irse a la tumba o al cielo quiere decir lo mismo: morirse.

GENARO: Pero en el cielo te ven como ángel y en la tumba como demonio.

MANUEL: Construiremos la escalera que va de la putrefacción a la divinidad.

 

Genaro ríe. Rodolfo y Arminda regresan donde los obreros y les indican dónde cavar. Rodolfo y Arminda vuelven a hacer una aparte. Genaro y Manuel cavan con unas palas.

 

MANUEL: Vamos a marcar un poco, mañana traemos la excavadora… (Trabajan.) Antes de que me cogiera el servicio militar yo leía mucho, todo lo que me caía en las manos… una vez    me cayó un libro así de gordo que hablaba de religión. Por poco me vuelvo loco.

GENARO: ¿Y empezaste a ir a la iglesia?

MANUEL: No tanto, pero todo el mundo se acuerda de Santa Bárbara cuando truena. Desde que regresé de la guerra no leo, ni pienso. Mantengo a mis tías con lo único que sé hacer, la construcción. Para mí se terminaron los tiempos de estudios.

GENARO: Yo, con tal de no estar en el campo, estoy bien donde sea. Claro, acompañado de mi mujer… y si consigo una casita… estaré mucho mejor. Allá en el campo se come mejor, pero no hay vida, todo es un puro aburrimiento y mis padres arriba de uno…

 

Entra Paloma.

 

PALOMA: ¡Arminda! ¡Arminda! (A Manuel y Genaro.) ¿Este es el lugar donde trabaja mi nieta Arminda?

GENARO: ¡Ah! Usted es la abuela de Arminda.

MANUEL: Mucho gusto.

PALOMA: ¿Dónde está esa degenerada?

ARMINDA: ¡Abuela! ¿Qué haces aquí?

PALOMA: ¿Qué hago aquí? Bailar. (Canta y baila.) Por tu culpa, culpita, tengo negro, negrito mi corazón… (Se detiene, observa a los obreros.) Qué muchachos más buenos mozos trabajan aquí.

ARMINDA: ¡Abuela!

PALOMA: De abuela nada, que soy Paloma… Y que los muchachos…

RODOLFO: Vieja, vaya para la casa.

PALOMA: Que me encantan estos muchachos. (Se descubre un hombro.)

ARMINDA: ¡Abuela!

PALOMA: Arminda, sí. (Se descubre el otro hombro y se palpa provocativa el cuerpo.) Yo a ustedes los conozco ¿verdad?

ARMINDA: (Muy alarmada.) ¿No te acuerdas qué venías a decirme, abuela? ¿Qué quieres?

PALOMA: (Cambia de actitud.) ¡La niña, Arminda! Palomita se muere de hambre, no tiene leche.

ARMINDA: La niña no se llama Palomita, se llama Ana Virginia.

PALOMA: Se llama como yo. Paloma Terán.

ARMINDA: Ese tampoco es tu nombre. Fredesbinda de la Torre.

PALOMA: Lo que cuenta es el nombre artístico, la gente todavía me recuerda. Pero la niña sigue sin leche.

ARMINDA: Yo te dejé dinero. Consigue la leche.

PALOMA: Que no hay…no hay… Y no digas que me dejaste dinero porque no es verdad…

ARMINDA: No he cobrado todavía.

PALOMA: ¿Y qué haces trabajando sin cobrar?

RODOLFO: Ella cobró, pero se le acabó.

PALOMA: ¿Y qué haces en este trabajo que no paga lo suficiente? La hija de mi hermana Berta gana muchísimo vendiendo… no sé qué… a los extranjeros.

ARMINDA: Yo no voy a dejar mi carrera por nada del mundo.

PALOMA: La niña no tiene leche y el mercado negro es en dólares.

ARMINDA: ¿Y tú dejaste a la niña sola para venir a decirme eso…?

PALOMA: (Reacciona.) Palomita, sí. Voy a darle un purecito de calabaza. Con eso me criaron a mí y miren las pantorrillas que tengo. (Se descubre los muslos.)

ARMINDA: Creo que la niña está llorando, Abuela.

PALOMA: (Reacciona.) ¡La niña!

 

Paloma sale corriendo. Todos se miran avergonzados.

 

ARMINDA: Ella tiene…

MANUEL: No se preocupe, yo tengo tres tías mayores…

GENARO: Yo no quisiera llegar a esa edad.

RODOLFO: Hace unos años era famosísima, una cantante flamenca tremenda.

MANUEL: ¿Y por qué tiene esa obsesión de cuidar a una niña?

ARMINDA: Es que ella cuida a mi hija que tiene seis meses. No tengo con quién dejarla.

GENARO: ¿Y la cuida bien?

RODOLFO: Arminda no tiene otro remedio…

ARMINDA: ¿Qué importa eso? Todas las familias tienen sus problemas… Tenemos que trabajar, que cavar los huecos.

GENARO: Perdóneme, pero usted debería de resolver lo de su niña, no está bien que…

ARMINDA: (Muy alterada.) ¡¿Qué quiere si no hay espacio en las guarderías? La gente particular quiere dólares y yo no tengo familia en el Norte. ¿Usted se imagina que me gusta dejar a mi hija en manos de una anciana demente? Pero yo no voy a dejar mi carrera, mi vida, por una niña que va a crecer y que algún día también hará su vida. No voy a quedarme entre cuatro paredes encerrada como pretenden ustedes los hombres. Además, nosotras no tenemos quién nos mantenga. Hay que cavar los huecos.

 

Se tira al suelo y cava con las manos.

 

RODOLFO: ¡Ya está bueno, Arminda! (La levanta.) Te va a dar algo… no se pueden coger esas perretas.

GENARO: Yo le pregunté porque mi mujer se la puede cuidar…

RODOLFO: ¡Cállate, Genaro! Sigan con los huecos. Si le quitamos la niña a Paloma, se muere.

MANUEL: Ojalá yo tuviera un hijo para que mis tías se entretuvieran.

GENARO: ¿Es más importante entretener a un viejo que cuidar bien a un niño?

RODOLFO: No hablen tanto que no quiero que pierdan las medidas. Ahorita voy a inspeccionarlo todo.

MANUEL: Estamos marcando nada más.

ARMINDA: ¿Marcando? Tienen que apurarse.

GENARO: Nosotros somos dos nada más.

ARMINDA: Por eso mismo tienen que apurarse.

GENARO: Ya están al dar las cinco de la tarde… mañana traemos la excavadora.

ARMINDA: No van a poder traerla. El acuerdo fue no desviar nada de las obras principales. Así que necesitamos horas voluntarias.

MANUEL: ¿Y usted piensa hacer esa obra monumental a pico y pala?

ARMINDA: Sí.

 

Manuel y Genaro se miran preocupados. Arminda abre sus planos y los mira. Rodolfo ayuda a los obreros a cavar. Entra Paloma.

 

PALOMA: ¡Ya está Arminda!

ARMINDA: ¡Qué susto me has dado, Abuela!

PALOMA: Ya está.

ARMINDA: ¿Qué cosa?

PALOMA: Que ya está la diarrea. Le di frijoles de ayer y tuvo diarrea. No hay leche. ¿Por qué trabajas con esos hombres…? (Los observa.) No son personas de fiar.

ARMINDA: Pero la niña comió.

PALOMA: Sí, frijoles y tiene diarrea.

ARMINDA: Llévala a la doctora.

PALOMA: No puedo.

ARMINDA: ¿Cómo que no puedes?

PALOMA: Se nos cae el techo encima.

ARMINDA: ¿El techo?

PALOMA: Te dije que el techo estaba rajado y que sonaba muy extraño, pero no me hiciste caso.

ARMINDA: Pero no se ha caído.

PALOMA: Una torta enorme de repello cayó en la cuna de la niña.

ARMINDA: Eso fue el repello, no es para tanto.

PALOMA: Sí, pero la niña por poco se ahoga, tuve que sacarle el repello de la boca y meterla debajo de la pila del agua para quitarle todo ese polvo de encima… por suerte había agua.

ARMINDA: ¡Cuántas veces te he dicho que no bañes a la niña con agua fría! Ya ha cogido pulmonía tres veces.

PALOMA: Es mejor a que se muera ahogada por el polvo de la casa que se nos está cayendo encima.

ARMINDA: Tú la vas a matar, Fredesbinda, la vas a matar.

PALOMA: Pues no la cuido más.

ARMINDA: Tan drástica como siempre. Estás renunciando a tu nieta y no a uno de tus exmaridos.

PALOMA: Mis amantes tenían más decencia que tú. Te pasas el día aquí, trabajando con tu Rodolfo, mientras se nos cae el techo encima y la niña anda con diarreas.

ARMINDA: Rodolfo es mi compañero de trabajo, exclusivamente.

PALOMA: (Irónica.) Sí, por eso la niña se parece tanto a él.

ARMINDA: ¡Abuela!

PALOMA: Que me voy Arminda, me voy con René y tú atiende a tu hija. Ya me cansé de ti y de tus indolencias. Y de todos esos hombres con los que trabajas… no son buenas personas. Palomita debería de tener un padre.

ARMINDA: ¡Abuela!

 

Paloma sale. Rodolfo deja de cavar y se acerca a Arminda. Los obreros continúan trabajando.

 

RODOLFO: ¿Y qué le pasa a la vieja ahora?

ARMINDA: No quiere seguir cuidando a la niña.

RODOLFO: Tú no tienes problemas conmigo, te vas cuando quieras y no pasa nada. Yo no voy a reportar las horas que faltes…

ARMINDA: No quiero irme y dejar a este par de mequetrefes contigo. La obra tiene que avanzar… la orden es de arriba.

RODOLFO: ¿Qué vas a hacer con la niña?

ARMINDA: No voy a ir a la casa ahora. Paloma no tiene corazón para irse y dejar a la niña desamparada antes de que yo llegue… y yo voy a llegar…

RODOLFO: Pero que muy tarde. La mujer mía tiene unos celos contigo.

ARMINDA: Tu mujer tiene un carácter…

RODOLFO: Es que yo he hecho muchas cosas. Un día llegué con el cuello de la camisa marcado con creyón de labios.

ARMINDA: Sí, ya me hiciste ese cuento y cuando te emborrachaste me dijiste que era mentira.

RODOLFO: Tengo que inventar esas historias para sentirme vivo. Pero yo sí fui un gallito de pelea.

ARMINDA: Todavía lo eres, Rodolfo ¿Quién dice la edad que tienes?… Óyeme… (Señalando a los obreros.) A estos dos no los podemos dejar irse de aquí.

RODOLFO: Eso déjamelo a mí, que ya lo tenía previsto.

 

Manuel y Genaro dejan de cavar. Miran a Rodolfo y Arminda.

 

GENARO: ¿No habrá una meriendita por ahí?

RODOLFO: A esta hora no hay donde amarrar la chiva.

MANUEL: Pero nos traerán comida ¿no?

ARMINDA: La comida ya está aquí.

RODOLFO: Esta Arminda se le escapó al diablo.

 

Arminda va a un lado y trae una caja.

 

ARMINDA: Coman, es para ustedes.

 

Genaro y Manuel buscan en la caja. (Toman sus bandejas de plástico y comen con desespero.)

 

RODOLFO: Acabando la comida, empezamos a encofrar.

ARMINDA: ¿Cómo a encofrar? Esos huecos…

RODOLFO: Mucha arquitectura, pero no sabes nada. Con la profundidad de esos huecos es suficiente para levantar los cimientos.

ARMINDA: Se va a caer la escalera.

RODOLFO: La voz de la experiencia, Arminda. Los papeles no son la verdad.

ARMINDA: Rodolfo, por favor. Yo le di mi palabra a la gente de arriba… eso tiene que quedar bien.

RODOLFO: Bueno, pues yo les di la palabra de que lo haríamos lo más rápido posible… (Mirando en el lugar de la excavación.)  Con esa profundidad es suficiente.

ARMINDA: La obra ya está aprobada, yo no quiero tener que reducir el tamaño de la escalera después.

RODOLFO: Pero se puede aligerar el peso.

ARMINDA: ¿Cómo?

RODOLFO: Ponemos bloques, en vez de fundir…

ARMINDA: Si tú quieres que la escalera dure una semana, sí.

RODOLFO: Dándole mantenimiento…

ARMINDA: La escalera será de piedra fundida, como siempre se dijo.

GENARO: (Canta.) De piedra ha de ser la cama, de piedra la cabecera…

ARMINDA: De piedra, Rodolfo, tiene que ser eterna.

RODOLFO: Es que no tenemos ni una excavadora.

ARMINDA: El acuerdo fue ese: no desviar ningún recurso…

MANUEL: Los acuerdos regularmente se violan.

ARMINDA: Pero este no. ¿Y si paran la obra? Me desprestigio…

GENARO: (A Arminda.) Bien se ve que usted no es la que cava.

ARMINDA: Les advertimos que esta es una obra para ser construida por héroes y ustedes aceptaron muy contentos pensando en que iban a ganar puntos… para que después les permitieran construir una casita… o algo extra que siempre cae…

RODOLFO: Vamos a seguir cavando, muchachos.

ARMINDA: (A Rodolfo.) Siempre me quitas la palabra de la boca, Rodolfo. (A todos.) No se vayan a imaginar que porque ustedes son hombres van a ignorar mi autoridad.

RODOLFO: Ya Arminda, vamos a hacer las cosas como tú dices.

ARMINDA: Pero no se lo vayan a imaginar.

GENARO: Rodolfo ¿y usted le va a hacer caso a ella?

ARMINDA: Me va a hacer caso, Genaro, porque yo soy la arquitecta, el alma de todo esto. Fue a mí a quien le pidieron la obra.

MANUEL: Pero si no hay suficientes recursos para trabajar…

ARMINDA: Los egipcios construyeron pirámides al pelo, solo con la fuerza de los hombres.

 

Los hombres cavan. Arminda revisa sus planos. 

 

GENARO: Rodolfo, usted debería de sacudir a Arminda.

MANUEL: Él la está sacudiendo ya.

RODOLFO: ¿Es que no saben respetar a una mujer?

 

Arminda se acerca a los trabajadores. Los hombres cavan bajo la mirada observadora de Arminda.

 

RODOLFO: ¿Qué te parece, Arminda?

ARMINDA: Lo lograremos, Rodolfo, cómo que no.

MANUEL: (A Genaro.) Lo que ella diga.

GENARO: (A Manuel.) Es como si hubiéramos vuelto a la esclavitud. ¡Un zapato!

MANUEL: (A Genaro.) Ese era de un obrero que luchó por la jornada de ocho horas y después de tantos años, los de arriba, nos quieren hacer trabajar veinticuatro.

ARMINDA: (A Manuel y Genaro.) Ustedes se traen un cuchicheo. ¡Mira esa botellita azul!  Cógela Rodolfo, parece que está entera.

RODOLFO: (Le da la botella.) ¡Está enterita!

ARMINDA: Me encantan los regalos de la tierra. Voy a limpiarla con mucho cuidado… (La botella se hace añicos.) Se pulverizó.

MANUEL: (A Genaro.) Que poder tiene esta arquitecta para acabar con todo. Mira toda esta destrucción que nos ha mandado a hacer…

GENARO: Lo bueno sería encontrarnos unas barras de oro aquí abajo.

MANUEL: Qué desgracia haber nacido en este país.

RODOLFO: Déjense de tanto cuchicheo y sigan cavando que esta roca está durísima.

 

Genaro tira la pala a un lado y Manuel lo imita.

 

GENARO: Yo no sigo.

MANUEL: Yo tampoco.

RODOLFO: De aquí no se va nadie.

 

Los tres se miran agresivos. Arminda se acerca.

 

ARMINDA: Huelguitas aquí… con todo el lastre que tienen ustedes arriba.

MANUEL: Ahora también nos amenazan.

GENARO: Esto es el colmo.

ARMINDA: No son amenazas, son realidades. (A Manuel.) ¿Tú te acuerdas de tu amigo Jacomino?

MANUEL: (Tenso.) ¿Qué Jacomino?

ARMINDA: No te hagas el tonto que lo conoces muy bien. Te hablo del mismo Jacomino que tú abandonaste, estando herido en un campo de Angola.

MANUEL: (Muy tenso.) No sé de qué me estás hablando.

ARMINDA: Da la casualidad de que él es el padre de mi hija… ¿Tú pensaste que se había muerto porque no supiste más nada de él? … Pues se salvó gracias a otros que lo encontraron más muerto que vivo.

MANUEL: No fue mi culpa. Todos pensamos que estaba muerto.

ARMINDA: No. Ustedes lo dejaron desangrándose… Nadie tuvo el valor de recogerlo.

MANUEL: Tú no tienes ni idea de lo que es la guerra, el miedo.

ARMINDA: Y ahora te llenas la boca para decir que eres internacionalista y no sé qué más. Lo dejaste tirado. Era tu amigo. Si lo ves no lo reconoces, anda en un sillón de ruedas por el resto de su vida y nadie se acuerda de él.

MANUEL: Yo no sabía…

ARMINDA: Es mejor que todo eso no se revuelva porque apesta. ¿Tú no crees?

GENARO: ¡Eso es un chantaje!

ARMINDA: Ay, Genaro. Rodolfo y yo sabemos que estás en La Habana porque tu padre te salvó de la cárcel.

GENARO: ¿De dónde está sacando esa historia?

ARMINDA: El viejo hace maravillas en el pedazo de tierra que tiene ¿verdad?

GENARO: ¿Y qué hay con eso? El negocio de mi viejo es legal.

ARMINDA: Todo el mundo por allá sabe que tu padre tiene muchos billetes ¿no?

GENARO: Eso no es de la incumbencia de nadie.

ARMINDA: ¡Cómo te quiere ese viejo! Porque lo que le hiciste no tiene nombre.

GENARO: Entre mi viejo y yo no hay ningún problema.

ARMINDA: Bueno… tú le robaste el tabaco que tenía sembrado en la finca… precisamente el mismo tabaco que el pobre tenía que entregarle al gobierno. Para salvarte de un juicio le pagó a mucha gente. Si eso se destapa no lo vas a pasar muy bien.

 

Manuel y Genaro se miran.

 

RODOLFO: Vamos a dejar todo eso a un lado Arminda… Arriba muchachos vamos a seguir trabajando.

 

Manuel y Genaro vuelven al trabajo. Rodolfo y Arminda hacen un aparte.

 

RODOLFO: Me tienes triste.

ARMINDA: ¿Por qué?

RODOLFO: No está bien todo esto. Yo te conté lo de Genaro para que quedara entre nosotros.

ARMINDA: ¿Qué quieres que haga? Yo no voy a parar la obra.

RODOLFO: Es la forma, la gente no trabaja bien cuando se ve obligada a hacerlo. Esos hombres están odiando el proyecto. No se sienten parte de la obra, se sienten esclavos.

ARMINDA: Lo que importa es que están trabajando ¿Qué le decimos a los de arriba si no se hace la escalera en el tiempo que ellos exigieron?

RODOLFO: Estamos cogidos por todos lados.

ARMINDA: No podemos pagarles horas extra porque no tenemos recursos suficientes. Por lo menos asustándolos un poco…

RODOLFO: Perdóname Arminda, pero este trabajo me parece una aberración.

ARMINDA: Yo lo sé, pero si no lo hacemos, nos desprestigiamos. Tú eres el único que me puede ayudar. Cuando la escalera esté terminada nos vamos a olvidar de todo lo que costó, de todo esto…

RODOLFO: Yo creo que nos pusieron a hacer esto para acabar con nosotros.

ARMINDA: Por eso mismo, tenemos que seguir dándole palos al burro.

 

Entra Paloma.

 

PALOMA: ¡Arminda! Pasaste el límite. No has ido donde tu hija.

MANUEL: Arminda ha pasado todos los límites.

GENARO: Haga algo abuela… que su nieta nos tiene de esclavos.

PALOMA: (Coqueteando con Manuel y Genaro.) Me encanta jugar con el pecado.

 

Rodolfo y Arminda regresan del aparte.

 

ARMINDA: ¿Y ahora qué, Abuela!

PALOMA: Le entregué la niña a su papá.

ARMINDA: ¿Cómo que a su papá?

PALOMA: El de la silla de ruedas que vive en la esquina.

ARMINDA: ¡Él no puede cuidarla! Es un discapacitado.

PALOMA: Me está esperando René, así que me voy.

ARMINDA. (A Rodolfo.) Ayúdame que no tengo más remedio.

 

Rodolfo sujeta a Paloma. Esta empieza a gritar.

 

MANUEL: ¿Pero también van a obligar a la pobre vieja?

GENARO: Esto no puede quedarse así.

Manuel y Genaro tratan de ayudar a Paloma.

ARMINDA: (A Manuel y Genaro.) Ustedes no se van a meter en esto.

 

Todos forcejean y Paloma grita.

 

MANUEL: ¿Sabe qué? Diga lo que quiera de mí, acúseme, pero yo no le voy a seguir el juego.

GENARO: Y yo tampoco.

PALOMA: Auxiliooooo. Me van a romper en dos.

ARMINDA: No halen a mi Abuela…

 

Se oye una sirena.

 

ARMINDA: La policía, la policía.

RODOLFO: Ahora sí que estamos fritos, Arminda. De esta no nos salva nadie.

 

El escenario queda a oscuras. Se escucha la algarabía de una discusión callejera.

 

FIN

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CARMEN DUARTE

Nació en La Habana, Cuba (1959). Es novelista y dramaturga. En 1982 se graduó en el Instituto Superior de Arte (ISA) de Cubanacán con una Licenciatura de Artes Escénicas con especialización en Teatrología y Dramaturgia. Trabajó como asesora teatral del grupo Pinos Nuevos en la Isla de la Juventud y como especialista en la Asociación de Hermanos Saíz. En 1987 fundó el Grupo Luminar en la Facultad de Letras de la Universidad de La Habana, colectivo con el que llevó a escena la mayoría de sus obras escritas entre 1987 y 1993. Forma parte del grupo de dramaturgos nacidos en los cincuenta o en los sesenta que, en medio del naturalismo realismo castrista, trata de ser distinto, ofreciendo variantes a lo que se venía escribiendo y montando en los escenarios entre los sesenta y los ochenta. A partir de 1993, comenzó a residir en Miami, donde trabajó como periodista y productora de radio y televisión. Desde 1993, ha escrito narrativa de manera consistente, publicando varias novelas. Ha escrito un extenso número de obras teatrales, muchas han sido publicadas y puestas en escena; otras aún permanecen inéditas y sin llevar a las tablas. A continuación, los títulos de algunas de sus piezas: La juguetería (1983); Presidio de un sueño (1983); Carolina de Alto Songo (monólogo,1987); La plaga (1989); Dos sobre la acera (1989); ¿Cuánto me das marinero? (1989); El tarot (1990); Stradivarius (1990); 45 de agosto (1991); El golpe y la risa (1992); Cruzada en Puertagrande (1992); Ausencia quiere decir olvido (1995); El punto más cercano (monólogo, 1996); El adiós de Alejandra Sol (monólogo, 2001) y Esclavos del miedo (2013). 

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